¡Alerta, pantallas!: El impacto de la digitalización en el desarrollo infantil, en el territorio y en nuestro futuro como sociedad.
En pocos años los dispositivos digitales –smartphones, tabletas, ordenadores, pizarras digitales, etc.– han ocupado nuestras escuelas debido a las decisiones de los responsables políticos. Este proceso de digitalización de la educación, que hasta hace poco avanzaba a un paso lento aunque constante, se aceleró a partir del año 2020, después del cierre de escuelas, institutos y universidades durante el confinamiento por la COVID-19.
¿Supone ésto un avance educativo? Profesorado, familias, organizaciones y expertos comenzamos a sentir y constatar cada vez con más fuerza los efectos nocivos para niñas, niños y adolescentes de la exposición constante a pantallas, dentro y fuera de las aulas. Parece ya incuestionable que las pantallas no mejoran los procesos educativos, sino que los deterioran. La adicción a los dispositivos móviles hace que tanto la concentración como la comprensión lectora se desplomen. Se multiplican los casos de ciberacoso escolar, los pequeños están cada vez más expuestos a contenidos violentos, se deteriora la memoria y se extienden problemas de salud como la obesidad. Recuérdese que lo ideal, hasta los seis años, es no estar expuesto a pantallas. Autores como Desmurget afirman que la introducción de dispositivos digitales en el colegio ha sido un desastre y que estos son nocivos, venenosos, para el desarrollo del cerebro. Una afirmación que parece confirmar los desastrosos resultados del último informe PISA, donde se apunta explícitamente a las pantallas como uno de los grandes responsables.
No es por tanto de extrañar que países como Suecia estén paralizando la digitalización escolar. También aquí se ha abierto un debate social para prohibir el móvil en las escuelas, como ya han hecho Italia, Portugal o Francia. Como colectivo vemos necesario prohibir el uso de teléfonos móviles en los centros educativos, una medida que debería ser el detonante para poner en cuestión la presencia excesiva de dispositivos digitales en los centros. Entendemos que la incompatibilidad demostrada entre digitalización y procesos educativos justifica replantear el modelo promovido por los dirigentes en todos los ámbitos educativos: infantil, primaria, secundaria y universidades. Necesitamos priorizar y fomentar la educación cara a cara, la interacción humana ha demostrado ser la mejor estrategia educativa. Apoyamos y animamos también a todas las familias que se están coordinando para retrasar la edad de acceso a los dispositivos digitales, creando espacios seguros para sus hijas e hijos.
¿Es sólo un problema de la juventud? La digitalización de la vida es un problema social y ecológico que nos afecta a todos. Los cuadros de adicción a las pantallas, y también sus impactos en la concentración y la capacidad crítica, se extienden a todos los grupos de edad. La extensión de algoritmos e inteligencias artificiales a cada vez más ámbitos de la vida plantea quiebres en nuestra convivencia común. Disminuye la fiabilidad de la información y aumenta la dificultad para generarse un criterio propio, se reproducen y automatizan sesgos de género y clase incluso en ámbitos como el de la justicia, se pierden puestos de trabajo, se extienden las lógicas de control social y vigilancia y, en un sentido amplio, nuestra autonomía se erosiona y somos cada vez menos capaces de comprender y decidir sobre nuestro entorno.
Además, nos encontramos inmersos en una crisis ecosocial global; con dimensiones climáticas pero también energéticas, de biodiversidad y sociales, que ponen en riesgo la supervivencia de nuestra civilización. Necesitamos poner en marcha transformaciones rápidas y hondas que superen las lógicas de crecimiento económico ilimitado y sus impactos, una tarea para la que la digitalización constituye más un obstáculo que un aliado. La fase digital del capitalismo industrial está suponiendo una alarmante profundización del extractivismo, un aumento de las emisiones de efecto invernadero, del consumo de agua y energía, de la contaminación, etc. Para descarbonizar necesitamos desdigitalizar, como argumenta Ben Tarnoff. La digitalización nos aleja de la vida, de lo que importa, y de la urgente tarea de hacer colectivamente de este planeta una casa habitable para todos y todas.
Es urgente cuestionar la digitalización generalizada de la sociedad, algo imprescindible para avanzar hacia sociedades más justas, democráticas, igualitarias y, sobre todo, capaces de frenar la trayectoria ecosocialmente destructiva en la que nos encontramos. Una parte crucial de ello es seguir mejorando nuestra educación. Por ello, nuestro objetivo como colectivo es continuar trabajando por desdigitalizar y ecologizar tanto los contenidos educativos como los centros. Podríamos así destinar los recursos que la administración dedica a la digitalización, que únicamente benefician a las grandes empresas, a la contratación de más profesorado que posibilite una educación acorde a las necesidades del alumnado y la sociedad. Para ello es imprescindible una implicación activa de los docentes y centros, pero también de las familias. La puesta en cuestión de la digitalización puede y debe empezar en nuestras vidas, para desde allí convertirse en un debate social necesario y urgente.
Para abordar el impacto de la digitalización y reflexionar sobre sus consecuencias, convocamos las I Jornadas de estudio APAGA y VeÁMONOS sobre las consecuencias de la digitalización. A celebrar en Zaragoza el sábado 24 de febrero de 2024 a las 10 horas en el Centro Cívico Delicias. Más información en: https://apagayveamonos.wordpress.com/
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